He estado revisando todo lo que leí y escribí en mi viaje a Chiapas y encontré el corazón de aquello que me movió a esa realiadad que pareciera paralela; acá en nuestro contexto Actal, el EZLN, la resistencia civil parecieran puntos asilados de una lucha sinsentido. Estamos tan ocupados en las cosas "realmente importantes" de la vida como pasar las materias de la universidad, conseguir un buen trabajo, pagar las deudas, que lo demás estorba... Ha sifo fascinante entender mi relidad y saberme parte de ella "sólo se vive en la conciencia" lo demás es mera supervivencia... Aquí la 5° declración de la Selva Lacandona, no completa pero si como una invitación a leer las demás y a destaparnos los ojos y abrir los oídos ante una guerra actual que se vive en el sureste... una guerra en la que las únicas armas son las de los "defensores de la patria" y la única manera de defensa es el ayuno y la oración: la resistencia civil!
V DECLARACION DE LA SELVA LACANDONA
Hoy decimos: ¡Aquí estamos! ¡Resistimos!
"Nosotros somos los vengadores de la muerte.
Nuestra estirpe no se extinguirá mientras
haya luz en el lucero de la mañana"
Popol Vuh
Hermanos y hermanas.
No es nuestra la casa del dolor y la miseria. Así nos la ha pintado
el que nos roba y engaña.
No es nuestra la tierra de la muerte y la angustia.
No es nuestro el camino de la guerra.
No es nuestra la traición ni tiene cabida en nuestro paso el olvido.
No son nuestros el suelo vacío y el hueco cielo.
Nuestra es la casa de la luz y la alegría. Así la nacimos, así la
luchamos, así la creceremos.
Nuestra es la tierra de la vida y la esperanza.
Nuestro el camino de la paz que se siembra con dignidad y se cosecha
con justicia y libertad.
I. La resistencia y el silencio
Hermanos y hermanas.
Nosotros entendemos que la lucha por el lugar que merecemos y necesitamos
en la gran Nación mexicana, es sólo una parte de la gran lucha de todos
por la democracia, la libertad y la justicia, pero es parte fundamental
y necesaria. Una y otra vez, desde el inicio de nuestro alzamiento el
1 de enero de 1994, hemos llamado a todo el pueblo de México a luchar
juntos y por todos los medios, por los derechos que nos niegan los poderosos.
Una y otra vez, desde que nos vimos y hablamos con todos ustedes, hemos
insistido en el diálogo y el encuentro como camino para andarnos. Desde
hace más de cuatro años nunca la guerra ha venido de nuestro lado. Desde
entonces siempre la guerra ha venido en la boca y los pasos de los supremos
gobiernos. De ahí han venido las mentiras, las muertes, las miserias.
Consecuentes con el camino que ustedes nos pidieron andar, dialogamos
con el poderoso y llegamos a acuerdos que significarían el inicio de
la paz en nuestras tierras, la justicia a los indígenas de México y
la esperanza a todos los hombres y mujeres honestos del país.
Estos acuerdos, los Acuerdos de San Andrés, no fueron producto de
la voluntad única de nosotros, ni nacieron solos. A San Andrés llegaron
representantes de todos los pueblos indios de México, ahí estuvo su
voz representada y planteadas sus demandas. Estuvo brillando su lucha
que es lección y camino, habló su palabra y su corazón definió.
No estuvieron solos los zapatistas en San Andrés y sus acuerdos. Junto
y detrás de los pueblos indios del país estuvieron y están los zapatistas.
Como ahora, entonces sólo fuimos parte pequeña de la gran historia con
rostro, palabra y corazón del náhuatl, paipai, kiliwa, cúcapa, cochimi,
kumiai, yuma, seri, chontal, chinanteco, pame, chichimeca, otomí, mazahua,
matlazinca, ocuilteco, zapoteco, solteco, chatino, papabuco, mixteco,
cuicateco, triqui, amuzgo, mazateco, chocho, izcateco, huave, tlapaneco,
totonaca, tepehua, popoluca, mixe, zoque, huasteco, lacandón, maya,
chol, tzeltal, tzotzil, tojolabal, mame, teco, ixil, aguacateco, motocintleco,
chicomucelteco, kanjobal, jacalteco, quiché, cakchiquel, ketchi, pima,
tepehuán, tarahumara, mayo, yaqui, cahita, ópata, cora, huichol, purépecha
y kikapú.
Como entonces, hoy seguimos caminando junto a todos los pueblos indios
en la lucha por el reconocimiento de sus derechos. No como vanguardia
ni dirección, sólo como parte.
Nosotros cumplimos nuestra palabra de buscar la solución pacífica.
Pero el supremo gobierno faltó a su palabra e incumplió el primer
acuerdo fundamental al que habíamos llegado: el reconocimiento de los
derechos indígenas.
A la paz que ofrecíamos, el gobierno opuso la guerra de su empecinamiento.
Desde entonces, la guerra en contra nuestra y de todos los pueblos
indios ha seguido.
Desde entonces, las mentiras han crecido.
Desde entonces se ha engañado al país y al mundo enteros simulando
la paz y haciendo la guerra contra todos los indígenas.
Desde entonces se ha tratado de olvidar el incumplimiento de la palabra
gubernamental y se ha querido ocultar la traición que gobierna las tierras
mexicanas.
II. Contra la guerra, no otra guerra sino la misma
resistencia digna y silenciosa
Mientras el gobierno descubría a México y al mundo su voluntad de
muerte y destrucción, los zapatistas no respondimos con violencia ni
entramos a la siniestra competencia para ver quién causaba más muertes
y dolores a la otra parte.
Mientras el gobierno amontonaba palabras huecas y se apresuraba a
discutir con un rival que se le escabullía continuamente, los zapatistas
hicimos del silencio un arma de lucha que no conocía y contra la que
nada pudo hacer, y contra nuestro silencio se estrellaron una y otra
vez las punzantes mentiras, las balas, las bombas, los golpes. Así como
después de los combates de enero de 94 descubrimos en la palabra un
arma, ahora lo hicimos con el silencio. Mientras el gobierno ofreció
a todos la amenaza, la muerte y la destrucción, nosotros pudimos aprendernos
y enseñarnos y enseñar otra forma de lucha, y que, con la razón, la
verdad y la historia, se puede pelear y ganar... callando.
Mientras el gobierno repartía sobornos y mentía apoyos económicos
para comprar lealtades y quebrar convicciones, los zapatistas hicimos
de nuestro digno rechazo a las limosnas del poderoso un muro que nos
protegió y más fuertes nos hizo.
Mientras el gobierno mostraba señuelos con riquezas corruptas e imponía
el hambre para rendir y vencer, los zapatistas hicimos de nuestra hambre
un alimento y de nuestra pobreza la riqueza del que se sabe digno y
consecuente.
Silencio, dignidad y resistencia fueron nuestras fortalezas y nuestras
mejores armas. Con ellas combatimos y derrotamos a un enemigo poderoso
pero falto de razón y justicia en su causa. De nuestra experiencia y
de la larga y luminosa historia de lucha indígena que nos heredaron
nuestros antepasados, los habitantes primeros de estas tierras, retomamos
estas armas y convertimos en soldados nuestros silencios, la dignidad
en luz, y en muralla nuestra resistencia.
No obstante que, en el tiempo que duró este nuestro estar callado,
nos mantuvimos sin participar directamente en los principales problemas
nacionales con nuestra posición y propuestas; aunque el silencio nuestro
le permitió al poderoso nacer y crecer rumores y mentiras sobre divisiones
y rupturas internas en los zapatistas, y trató de vestirnos con el traje
de la intolerancia, la intransigencia, la debilidad y la claudicación;
pese a que algunos se desanimaron por la falta de nuestra palabra y
que otros aprovecharon su ausencia para simular ser voceros nuestros,
a pesar de estos dolores y también por ellos, grandes fueron los pasos
que adelante nos anduvimos y vimos.
Vimos que ya no pudieron mantener callados a nuestros muertos, muertos
hablaron los muertos nuestros, muertos acusaron, muertos gritaron, muertos
se vivieron de nuevo. Ya no morirán jamás los muertos nuestros. Estos
muertos nuestros siempre nuestros y siempre de los todos que se luchan.
Vimos a decenas de los nuestros enfrentarse con manos y uñas contra
miles de armas modernas, los vimos caer presos, los vimos levantarse
dignos y dignos resistir. Vimos a miembros de la sociedad civil caer
presos por estar cerca de los indígenas y por creer que la paz tiene
que ver con el arte, la educación y el respeto. Les vimos, ya moreno
su corazón de lucha y ya hermanos nuestros los vimos.
Vimos a la guerra venir de arriba con su estruendo y vimos que pensaron
que responderíamos y ellos harían el absurdo de convertir nuestras respuestas
en argumentos para aumentar su crimen. Y trajo la guerra el gobierno
y no obtuvo respuesta alguna, pero su crimen siguió. Nuestro silencio
desnudó al poderoso y lo mostró tal y como es: una bestia criminal.
Vimos que nuestro silencio evitó que la muerte y la destrucción crecieran.
Así se desenmascararon los asesinos que se esconden tras los ropajes
de lo que ellos llaman el "estado de derecho". Arrancado el velo tras
el que se escondían, aparecieron los tibios y pusilánimes, los que juegan
con la muerte por ganancias, los que ven en la sangre ajena una escalera,
los que matan porque al matador aplauden y solapan. Y el que gobierna
se despojó de su último e hipócrita ropaje. ``La guerra no es contra
los indígenas'', dijo mientras perseguía, encarcelaba y asesinaba indígenas.
Su propia y personal guerra lo acusó de asesino mientras nuestro silencio
lo acusaba.
Vimos al poderoso gobierno irritarse al no encontrar ni rival ni rendición,
lo vimos entonces volverse contra otros y golpear a los que no tienen
el mismo camino que nosotros pero levantan idénticas banderas: líderes
indígenas honestos, organizaciones sociales independientes, mediadores,
organismos no gubernamentales consecuentes, observadores internacionales,
ciudadanos cualquiera que quieren la paz. Vimos a todos estos hermanos
y hermanas ser golpeados y los vimos no rendirse. Vimos al gobierno
pegar a todos y, queriendo fuerzas restar, sumar enemigos lo vimos.
Vimos también que el gobierno no es uno ni es unánime la vocación
de muerte que su jefe luce. Vimos que dentro tiene gente que quiere
la paz, que la entiende, que necesaria la ve, que la mira imprescindible.
Callados nosotros, vimos que otras voces dentro de la máquina de guerra
hablaron para decir no a su camino.
Vimos al poderoso desconocer su propia palabra y mandar a los legisladores
una propuesta de ley que no resuelve las demandas de los más primeros
de estas tierras, que la paz aleja, y que defrauda las esperanzas de
una solución justa que acabe con la guerra. Lo vimos sentarse a la mesa
del dinero y ahí anunciar su traición y buscar el apoyo que los de abajo
le niegan. Del dinero recibió el poderoso aplausos, oro, y la orden
de acabar con los que hablan montañas. "Que mueran los que tengan que
morir, miles si es necesario, pero que se acabe ese problema", así habló
el dinero al oído del que dice que gobierna. Vimos que esa propuesta
incumplía con lo ya reconocido, con nuestro derecho a gobernar y a gobernarnos
como parte de esta Nación.
Vimos que esa propuesta nos quiere romper en pedazos, nos quiere quitar
nuestra historia, nos quiere borrar la memoria, y olvida la voluntad
de todos los pueblos indios que se hizo colectiva en San Andrés. Vimos
que esa propuesta trae la división y la ruptura de la mano, destruye
puentes y borra esperanzas.
Vimos que a nuestro silencio se sumó la voluntad de gentes y personas
buenas que, en los partidos políticos, levantaron voz y fuerza organizada
en contra de la mentira, y así parar se pudo la injusticia y la simulación
que se pretendían como ley constitucional de derechos indios y no era
mas que ley para la guerra.
Vimos que, callando, mejor podíamos escuchar voces y vientos de abajo,
y no sólo la ruda voz de la guerra de arriba.
Vimos que callando nosotros, el gobierno sepultó la legitimidad que
dan la voluntad de paz y la razón como ruta y paso. El hueco de nuestra
palabra ausente señaló la vacía y estéril palabra del que mandando manda,
y se convencieron otros que no nos escuchaban y que con desconfianza
nos miraban. Así, en muchos se afirmó la necesidad de la paz con la
justicia y la dignidad como apellidos.
Vimos a esos todos que son los otros como nosotros, buscarse y buscar
otras formas para que la paz volviera al terreno de las posibles esperanzas,
construir y lanzar iniciativas los vimos, los vimos crecerse. Los vimos
llegar hasta nuestras comunidades con ayuda haciéndonos saber que no
estamos solos. Los vimos protestar marchando, firmando cartas, desplegados,
pintando, cantando, escribiendo, llegando hasta nosotros. Los vimos
también proponer diálogo con ellos, el verdadero, no el que se simula
por la voluntad del poderoso. Vimos también que algunos fueron descalificados
por la intolerancia de quienes más tolerantes ser debieran.
Vimos a otros que antes no vimos. Vimos que la lucha por la paz sumó
ella, y no nosotros, a gentes nuevas y buenas, hombres y mujeres que,
pudiendo optar por el cinismo y la apatía, eligieron el compromiso y
la movilización.
A todos en silencio vimos, en silencio saludamos nosotros a los que
buscaron y abrieron puertas, y en silencio les construimos esta respuesta.
Vimos a hombres y mujeres nacidos en otros suelos sumarse a la lucha
por la paz. Vimos a unos desde sus propios países tender el largo puente
del "no están solos", los vimos movilizarse y repetir el "¡Ya basta!",
primero los vimos imaginar y realizar reclamos de justicia, marchar
como quien canta, escribir como quien grita, hablar como quien marcha.
Vimos todos esos destellos rebotar en los cielos y llegar a nuestras
tierras con todos los nombres con los que José se nombra, con los rostros
de los todos que en todos los mundos lugar para todos quieren.
Vimos a otros cruzar el largo puente y, desde sus suelos, llegar hasta
los nuestros después de saltar fronteras y océanos, para observar y
condenar la guerra. Los vimos llegar hasta nosotros para hacernos saber
que no estamos solos. Los vimos ser perseguidos y hostigados como nosotros.
Los vimos ser golpeados como nosotros. Los vimos ser calumniados como
nosotros lo somos. Los vimos resistir como nosotros. Los vimos quedarse
aunque los fueran. Los vimos en sus suelos hablando lo que miraron sus
ojos y mostrar lo que escucharon sus oídos. Seguir luchando los vimos.
Vimos que callando, más fuerte habló la resistencia de nuestros pueblos
en contra del engaño y la violencia.
Vimos que en silencio también nos hablamos como lo que realmente somos
no como el que trae la guerra, sino como el que busca la paz, no como
el que su voluntad impone, sino como el que un lugar donde quepan todos
anhela, no como el que está solo y simula muchedumbre a su lado, sino
como el que es todos aun en la silenciosa soledad del que resiste.
Vimos que nuestro silencio fue escudo y espada que hirió y desgastó
al que la guerra quiere y guerra impone. Vimos que nuestro silencio
hizo resbalar una y otra vez a un poder que simula paz y buen gobierno,
y que su poderosa máquina de muerte una y otra vez se estrelló contra
el silencioso muro de nuestra resistencia. Vimos que en cada nuevo ataque
menos ganaba y más perdía. Vimos que no peleando peleábamos.
Y vimos que la voluntad de paz también callando se afirma, se muestra
y convence.....
Hermanos y hermanas:
Ha pasado ya el tiempo en que la guerra del poderoso habló, no dejemos
que hable más.
Es ya el tiempo de que hable la paz, la que merecemos y necesitamos
todos, la paz con justicia y dignidad.
Hoy, 19 de julio de 1998, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional
suscribe esta Quinta Declaración de la Selva Lacandona. Invitamos a
todos a conocerla, difundirla y a sumarse a los esfuerzos y tareas que
demanda.
¡DEMOCRACIA!
¡LIBERTAD!
¡JUSTICIA!
Desde las montañas del Sureste Mexicano
Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General
del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
México, Julio de 1998.
Encuentras las demás y esta completa:
http://www.nodo50.org/pchiapas/chiapas/documentos/selva.htm